Sospechas que estás embarazada. Te haces la prueba. Da positivo. A partir de ese mismo momento, debes comenzar a adaptar tu cuerpo, tu mente y tu estilo de vida a esta nueva condición que además es totalmente desconocida. Si fumas, debes dejar de hacerlo, las copas de vino se reducen a 2 por semana, tienes que tomar vitaminas todos los días y controlar el apetito voraz para intentar engordar tan solo un kilo por mes... ¡nada fácil!
Cuando ya nace el bebè, la cosa incluso se intensifica. Todo, absolutamente todo lo que era tu vida anteriormente, ahora està modificado. Ya no son solo tu esposo y tú en casa (o tu esposo, tú y tu perro como era mi caso); el cuarto de huéspedes o la biblioteca dejan de existir y ahora estàn pintados de algùn color pastel; en la cocina, justo al lado de la cafetera, ahora están los teteros y el esterilizador; la sala que antes estaba llena de libros de arte y adornos, ahora tambièn tiene juguetes y peluches que chillan cuando sin querer los pisas...y pensar que esto que estoy nombrando es lo más sencillo de asimilar.
Antes te trasnochabas porque te daban las 3 de la madrugada tomando vino con unos amigos. Ahora te lo piensas dos veces antes de hacerlo porque sabes que a más tardar las 6:30 de la mañana estarás cambiando pañales y dando tete. Cuando encuentras un huequito para ir a la pelu porque ya no te soportas ni tú de lo feos que tienes los pies, ya no es como antes que te tomabas un café y te relajabas mientras te los ponían a remojar en la poncherita. Ahora, vas apurada mientras el bebè duerme y le pides a la manicurista que por favor no se demore mucho para ver si te da chance de aprovechar y sacarte las cejas. Ni hablar del cine y las cenas en restaurantes. Esas quedan postergadas hasta nuevo aviso.
Todos éstos son los cambios que están a la vista, los del día a día, pero por dentro también comenzamos a sentir una montaña rusa de emociones que suben y bajan, que van y vienen. Sentimos que el amor no nos cabe en el pecho cuando vemos a esa cosita diminuta y de repente, un sentido de responsabilidad nos invade y nos planteamos si lo estamos haciendo bien.
Pasamos del frenesí, al amor y del amor a la duda y de la duda al miedo y del miedo a la culpa y luego otra vez al amor....y así vamos, y el caso es que no llegamos a relajarnos del todo, porque siempre estamos pensando en ellos y para ellos. Sin embargo, entre tanto cambio y tanta pregunta, jamás llegamos a preguntarnos "¿estará valiendo la pena?" porque así como ahora todo es diferente, ya nada seria igual sin ellos.
Jess me siento muy feliz por ti, me alegra hayas abierto este espacio, se que ayudarás a muchas próximas mamas.
ResponderEliminarUn beso gigante
Corooooooooo! Esta excelente este post! No soy madre... Pero mi vida ya no seria la misma sin manu
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