¿Eres o vas a ser mamá? ¿todo es nuevo para ti y tienes mil dudas y mil cosas que contar? pues, yo estoy igual que tú y como tengo muchas ganas de compartirlo, ya mismo voy a comenzar...
lunes, 27 de junio de 2011
Esfuerzos Sopéricos
Cuando un bebé llega a la casa, absolutamente todo lo que hace es una novedad, y por consiguiente, todo se le celebra. Manuela por ejemplo, tardaba mucho en botar los gases, y después de comer yo pasaba hasta 45 minutos dándole palmaditas en la espalda. Bueno, cuando finalmente escuchaba el tan esperado burp, me sorprendía a mi misma armando toda una fiesta que hasta llegaba a aplaudir...Eso es lo lindo de poder vivir el día a día de nuestros hijos desde pequeñitos: ellos están descubriendo el mundo y nosotros comenzamos a redescubrirlo con ellos.
Hace ya 3 meses por fin el pediatra le mandó fruta. Después de tener 4 meses tomando puro pecho, todos estábamos deseosos de que comenzara a probar otras cosas así que cuando llego el GRAN DIA, cuando me di cuenta, no cabía un alma en la sala de mi casa: Walter y Ana, grandes amigos de Venezuela que estaban de visita, los tíos Joe y Edu, Carmen con Jime (que dejo de ir al ballet porque no podía perderse el show), Juan que salió temprano del trabajo para poder filmar a su hija comiéndose su primera compota de papaya, y yo, la única poseedora de la cuchara....los demás podían ver, tomar fotos, y hacerle morisquetas y sonrisitas a Manu, pero solo yo tenía el privilegio de darle la papilla en ese dia histórico.
Cuando llegó el dia de la verdura, las cosas no variaron mucho. Como vivo en una isla, las opciones son un poco limitadas así que me di a la tarea de localizar algún sitio que vendiera productos orgánicos. Cuando finalmente di con el lugar, compré tantas verduras y frutas que cuando Juan llegó a la casa, asombrado (y hasta asustado por mi compulsividad) tuvo que hacerse un hueco entre las papas y las manzanas para poder abrir la nevera.
El caso es que en ese primer día de la verdura, agarré mi calabaza orgánica y me esmeré en hacerle su sopa. Cuando ya la tuve lista y en la temperatura ideal (por aquello de que no debe estar ni muy fría ni muy caliente) senté a Manuela en su sillita y le puse su babero. Apenas íbamos por la tercera cucharada cuando le entró un ataque de frenesí y sin querer le dio una patada al platico de la sopa y así sin más, mis esfuerzos sopéricos se convirtieron en un gran desastre color naranja.
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Solo espera unas primaveras más. No soy madre, pero si sé que no solo derramará la sopita de calabaza, de vez en cuando, también le pondrá algún quesito blanco rayado. Tal como, para ee entonces, le habrá enseñado su Tío que tanto, tanto la ama
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