martes, 30 de agosto de 2011

Palmitas vs. Pitillo





No sé si soy yo o si todas las madres primerizas padecemos del mismo mal, pero si hay algo que me caracteriza ahora que soy mamá, es la preguntadera. A mamá que veo, a mamá que comienzo a interrogar (claro, siempre saludo primero y expongo mi mejor sonrisa):

¿Ya gatea?
¿A qué edad se sentó?
¿Te duerme corrido toda la noche?
¿Cómo le ha ido con la fruta?

...Y de pregunta en pregunta, logro entablar una breve conversación que me permite, más allá de socializar, ver si Manuela está acorde a su edad con relación a los demás bebés.

El caso es que hace un par de semanas, mientras estuvimos de viaje con mi familia, estaba entrando a un avión y en una de las primeras filas estaba sentada una señora con su bebé en brazos; como de costumbre, hice contacto visual y le sonreí. No pensaba hacer más nada puesto que detrás de mi, tenía una larga fila de gente esperando para sentarse en su silla, cuando de repente vi que la niña aplaudía sin cesar. Así, sin más, dejé a un lado el hecho de que unas 70 personas esperaban por mi y le pregunté:

-¿Cúantos meses tiene?
- Ocho
-¡Guao! ¿Y ya hace palmitas?
-Si vale, desde hace ya un mes aprendió y no hace más que aplaudir todo el día.

Sonreí y seguí caminando. Con cada paso que daba, la ansiedad comenzaba a invadirme y pasé las 3 horas de vuelo intentando enseñarle a Manuela a hacer palmitas. Por más animada que fuese la canción o la mímica, Manuela en ningún momento intentó imitarme; me veía y se reía. Además, hice una campaña familiar y los puse a todos a hacer palmitas durante el viaje pero nada...

Al cabo de unos días, aún con el tema de la aplaudida en mi cabeza pero ya con menor intensidad, en pleno mediodía, el calor nos tenía deshidratados y compré una botella de agua para darle a Manu. En vista de que había dejado los teteros, intentamos darle con un pitillo y así sin más, en el primer intento, chupó y tomó agua como toda una experta. Aquello se convirtió en una fiesta colectiva. Todos aplaudíamos (todos menos Manuela) y mi papá, abuelo chocho y por ende nada objetivo dijo "mi amor, ella no hará palmitas pero toma con pitillo mejor que cualquiera".

En ese momento comprendí que sí, las madres siempre queremos que nuestros hijos aprendan cosas nuevas y mientras más rápido sea, mejor, pero la verdad es que cada bebé es diferente y el que no hace palmitas, hace viejita y el que no hace viejita, aprende a tomar con pitillo y así sucesivamente....aquí les dejo la evidencia de aquel día memorable.

sábado, 27 de agosto de 2011

Amor de Abuelos


El dìa que Juan y yo decidimos dejar nuestra hermosa Caracas, lo hicimos persiguiendo un sueño. Buscábamos lograr un estilo de vida diferente, más tranquilo y seguro para nuestra futura familia. Imaginábamos un lugar con calles libres de peligros y paranoias, parques en donde nuestros hijos pudiesen jugar con otros niños a cualquier hora del día sin angustias.

Hoy, aquello intangible con lo que soñábamos, es una realidad. Manuela llegó a nuestras vidas y estamos seguros de que tomamos la decisión adecuada. Nos sentimos felices porque sabemos que a pesar de estar lejos de nuestra "casa", nuestra hija está teniendo una vida llena de calidad en prácticamente todos los sentidos.

Digo prácticamente porque por ahora hay algo que no puedo brindarle a Manuela y es vivir cerca de sus abuelos, sus primos, sus tíos... Llevo ya dos años viviendo lejos de mis cachapas con queso de mano, de mis tardes con amigas en algún café de los Palos Grandes, de mis idas al cine con mi abuela, de mis desayunos familiares en casa de mi papá y de mis tardes de balcón con "mi Flasin", y la verdad es que he aprendido a vivir extrañándolo y recordándolo todo, pero el solo hecho de saber que estoy privando a mi hija de crecer cerca de todos, me pone el corazón muy pequeñito.

Este mes, Manuela tuvo la dicha de compartir dos semanas entre consentiduras y alcahueterías con dos de sus abuelos. En los 15 días que estuvieron de visita, despertaron juntos todos los días. Mis padres pudieron disfrutar sus risas, sus primeros intentos de gateo, sus "viejitas", sus sesiones de baño y hasta una que otra locura como compartir un poco de helado y Nutella.

Después de 2 intensas semanas, otra vez se queda la casa vacía y Manuela y yo nos quedamos llenas de nostalgia. No nos queda más que planificar y contar los días para el próximo encuentro y mientras pasan los días, revivir en el recuerdo los momentos compartidos.

lunes, 15 de agosto de 2011

"Bon Voyage"


Planificar un viaje siempre es emocionante: escoges el destino, compras un libro del lugar para ir familiarizándote con la ciudad, con su clima, con sus calles y con sus lugares históricos. Investigas por internet para ver cuáles son los restaurantes y tiendas de moda. Te aseguras de que la tarjeta de memoria de tu cámara esté vacía para poder captar y captar los mejores momentos de la travesía....sí, todo es emocionante, excepto por un pequeño detalle: HACER LAS MALETAS.

Nunca me ha gustado empacar, y las veces que he viajado, siempre lo he dejado para el último momento. Me considero una persona práctica y me gusta simplificarme la vida; eso de llevar un par de zapatos para cada día no va conmigo, así que siempre, la noche antes del viaje, me toma un máximo de media hora tener mi maleta lista y desde que estoy casada, también ayudo a Juan a hacer su maleta (o mejor dicho, yo le hago la maleta), tarea que tampoco me lleva mucho tiempo.

Todo lo que conté antes, debí haberlo escrito en tiempo pretérito porque ahora que Manuela está con nosotros, la historia es muy pero que muy diferente. Cuando viajas con un bebé tienes que pensar en absolutamente todo y hasta el más mínimo detalle debe ser tomado en cuenta, tan es así, que yo desde 3 días antes comienzo a hacer una listica con todo lo que debo llevar.

Además de lo que tendría cualquier maleta como pijama, medias, zapatos, y artículos de higiene personal, hay que calcular un promedio de 2 mudas por día porque nunca se sabe cuándo un buche inesperado arruina aquella pinta que escogiste exclusivamente para que se estrenara en el viaje... y como si eso no fuese suficiente, también se deben meter baberos, pañales, chupones, teteros, leche y cereal, cobija y cobijita, compotas y cucharita, sonajeros, rascaencía y otros juguetes, dvd portátil con las respectivas "Baby Einstein", termómetro y medicinas por si le da fiebre o si le molestan las encías...

Sí, lo sé, tal vez peco de exagerada pero solo imagínense que en medio de algún lugar remoto en el que escojan vacacionar, no consigan la leche que toma su bebé ó que los pañales le den alergia...¡Qué va! Prefiero no arriesgarme y el caso es que al final, por más que planifiques y hagas tu listica, siempre se te va a olvidar algo.

sábado, 6 de agosto de 2011

Una Tarde Accidentada

Dicen que la práctica hace al maestro. En nuestro caso, se puede decir que la experiencia hace a la madre y si no, pregúntenmelo a mi. Ayer viví con Manuela uno de esos momentos que son dignos de contar.

Estábamos almorzando, Juan  cargaba a Manuela, cuando de la nada comenzó a llorar desconsolada. Lo primero que hice fue intentar calmarla con brinquitos y cariñitos, pero nada. Al ver que no se calmaba, procedí a chequear lo que yo llamo el ABC del llanto (comida, pañal y sueño). Hambre no era porque acaba de comer sin embargo, intenté darle pecho pero no quizo. Luego, la revisé a ver si estaba hecha caca y tampoco. El sueño quedó descartado desde el primer momento porque acaba de despertarse hacía media hora.

Al ver que no era nada de lo anterior, volví a intentar calmarla dándole sus jugueticos pero no los quizo. Entonces, intenté mi táctica infalible: darle mi teléfono móvil o mis lentes,  pero ni siquiera así dejó de llorar y entonces supe que verdaderamente algo estaba pasándole a mi Kiki.

Mientras Manuela lloraba y lloraba, yo intentaba calmarla y simultáneamente  trataba de descifrar que podía estar pasando. El llanto definitivamente era de dolor, eso estaba claro. Además me di cuenta que mientras lloraba, tenía los ojitos cerrados y como que los apretaba con fuerza. Definitivamente algo le molestaba en los ojos.  

Ya habían pasado más de 45 minutos y nada que se calmaba. Yo comenzaba a frustrarme por no saber qué hacer. Llamé a Carmen, mi amiga/vecina/doctora/mamá... en menos de 5 minutos, llegó al rescate. Le puso en el ojo un chorro de solución fisiológica y santo remedio. Cuando ya el llanto había pasado, Carmen me explicó que cuando algo se les mete en el ojito, lo primero que hay que hacer es colocarles mucha solución fisiológica para que expulsen lo que sea que se les metió...¡Lo que hace la experiencia! 

 Al final, el cosito en el ojo de Manuela, se convirtió en una historia más para mi gran libreta de historias manuelísticas y además, de ahora en adelante a la ya aparatosa pañalera, tendré que agregar un frasquito de solución fisiológica